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Una Mujer No Va Colgada En La Pared: La Cosificación De La Mujer A Través De La Imagen.




Una mujer no va colgada en la pared: 

La cosificación de la mujer a través de la imagen.


Durante mucho tiempo hemos visto como nuestra imagen, la imagen de la mujer, se ha visto reducida a un objeto, tanto por los medios de comunicación como por la sociedad. Vemos a mujeres definidas por imágenes de cuerpos o partes de cuerpos por todos lados; en revistas, en espectaculares, en redes sociales y en videos; en boca de hombres e incluso en boca de mujeres, y cada una de esas imágenes nos deshumaniza a nosotras y los deshumaniza a ustedes (de manera opuesta) hasta terminar reduciéndonos a eso: unas nalgas, unas chichis y una cara bonita.

Esto es algo de todos los días y las consecuencias de esta percepción se manifiestan desde las miradas lascivas y las palabras violentas hasta los abusos físicos y las violaciones, así que no es de sorprenderse que siendo constantemente cosificadas y sexualizadas vayamos poco a poco internalizando esa visión, inicialmente ajena, convirtiéndola en propia y construyendo nuestra identidad con base en ideales y conceptos que en ningún momento fueron creados para brindarnos algún tipo de bienestar o ganancia a nosotras. 
Así va creciendo dentro de tantas mujeres una exhaustiva preocupación por lo que hemos aprendido que es, si no nuestro único, nuestro mayor valor; el cuerpo. Esto da paso a la auto objetivización, la cual puede desencadenar una serie de consecuencias permanentes que seguirán perpetuando el mismo círculo nocivo una y otra vez. Consecuencias mentales, físicas, emocionales y sociales. Depresión, ansiedad, trastornos alimentarios y una falta de claridad y significado en desarrollar otras partes y capacidades tan chingonas y valiosas de las cuales tenemos un infinito potencial… y así, sin haber tenido la oportunidad de crecer, ya nos hemos encogido.

Hay que dejar claro también, que ese cuerpo del que tanto hablamos, por supuesto que no es cualquier cuerpo, es un cuerpo seleccionado y fabricado a mano por la industria de la moda, de la belleza y de la publicidad, un cuerpo sin rasgos que indiquen que la mujer es un ser humano, un cuerpo sin pelos, sin estrías, sin arrugas, sin celulitis, sin cicatrices, sin grasa; un cuerpo sin voz y sin voto, un cuerpo creado puramente para el goce visual de los demás. Un espejismo. Quedándonos así con un cuerpo que no deja espacio para ningún tipo de libertad de elección. Un cuerpo que ya no es nuestro para decidir. Un cuerpo vacío. Una batalla perdida antes de empezar.





El ver a la mujer como una musa y como una diosa no es un halago, es una agresión. Es la mera definición de ¨cosificación¨. El cuerpo de la mujer no está para adornar tu casa, el cuerpo de la mujer es un mínima parte de lo que esa mujer es y esa mujer no es una decoración.



Una mujer no va colgada en la pared.




Nos hemos visto reducidas a un adorno, a un objeto para la gratificación sexual y pretendiendo una razón legitima y profunda a una “obra de arte”. Algo para mirar y tocar, pero no escuchar ni respetar. 

“Pero, pero en el arte el cuerpo de la mujer toda la vida ha sido visto como un objeto de belleza e inspiración y, y es algo natural…” 

Sí, sí y sí. Y nada de eso justifica que se siga haciendo. Que venga desde hace mucho no quiere decir que esté bien, que haya existido “toda la vida” no quiere decir que tenga que seguir existiendo. 
Es hora de que ese argumento, tan vacío y tan conveniente, desaparezca. 
Los tiempos cambian, las cosas cambian, todo cambia. Y en este momento, eso que ha sido toda la vida, tiene que cambiar. En este momento, eso que ha sido toda la vida, nos está matando.



Si nacemos bombardeados de imágenes que establecen muy claramente los roles de género ¿por qué no jugaríamos nuestro papel? Está enraizado en nuestra mente y es algo con lo que consciente o inconscientemente hemos crecido y con lo que nos alimentamos todos los días, y por más que pensemos que no, que somos más razonables que eso, que bien sabemos que un anuncio es sólo un anuncio y aseguremos no ser así de manipulables, lo somos. 

Si no lo fuéramos esos anuncios no seguirían existiendo. 

Así que no, un anuncio no es sólo un anuncio y tenemos que dejar de vivir por inercia y aprender a cuestionarnos las cosas que hacemos y que dejamos de hacer y concientizar sus consecuencias, porque estoy segura de que muchos de los comportamientos que tenemos, mujeres y hombres, no vienen de un lugar de malicia, pero si de una completa ignorancia, y desgraciadamente el resultado termina siendo el mismo.




No podemos subestimar el poder de la imagen, una imagen puede meterse en nuestra cabeza y quedarse a vivir ahí, y estas imágenes lo único que hacen es fomentar estos pensamientos, sentimientos y acciones y no le hacen bien ni a hombres ni a mujeres, no le hacen bien mas que a la gente que lucra con ellas, la cual definitivamente no somos la mayoría. Así que seguir exhibiendo nuestros cuerpos y partes de ellos, en la publicidad, en las galerías, en la televisión, en los espectaculares, en las revistas y entre amigos, lo único que hace es reforzar la cosificación de la mujer.





Lo que vende no es ni el sexo ni la desnudez … lo que vende es la sumisión, la objetivización y la ilusión de control y poder.

Si el cuerpo y la desnudez fueran lo que vendieran, ¿por qué si una mujer decide salir sin ropa a la calle se convierte inmediatamente en una imprudencia, una falta de respeto hacia ella y hacia los demás, mientras que las imágenes de mujeres desnudas adornando toda la ciudad están bien. ¿Por qué? porque en ese momento esa mujer que decidió salir desnuda a la calle, está tomando el control, se convierte en alguien con opinión y decisión, se convierte en ALGUIEN y deja de ser algo.

Una mujer amamantando, una mujer menstruando, todo eso causa tanto conflicto y repulsión, porque al parecer nuestro cuerpo no es para eso y en el momento en el que vemos que ese cuerpo tiene necesidades y funciones biológicas, ese cuerpo cobra vida y se convierte en un ser humano y un ser humano no es una cosa que puedas usar y desechar, un ser humano tiene la capacidad de pensar, de opinar y de crear. Un ser humano te puede desafiar y eso no a todos les resulta conveniente.





No estoy diciendo que la imagen de la mujer no este en ningún lugar, sino todo lo contrario, quiero que la imagen de la mujer este en todos lados, lo que no quiero es que el cuerpo de la mujer sea lo único que veamos.







Marzo 5, 2020. 

Alejandra Arias





 

¿Qué Es La Insolencia?




¿Qué es la insolencia? 


La insolencia es ser uno mismo y no disculparse por ello. 

La insolencia es un concepto que se transforma a través del tiempo; la que no se transforma es la represión que la acompaña.

La etiqueta de insolencia viene del miedo a perder el control. Etiquetan de insolente lo que no pueden comprender, ya que sin comprenderlo no lo pueden controlar, así que es más fácil reprimirlo de inicio.

La represión se manifiesta de muchas formas; una de ellas es la vergüenza. Vergüenza hacia nosotros mismos y vergüenza hacia nuestra propia naturaleza.
 

Hace cincuenta años, el llevar una falda arriba de la rodilla se consideraba un acto insolente. Actualmente llevar una falda arriba de la rodilla se considera insolente, pero por otras razones completamente. El pensar que nos hemos liberado de esos juicios no es más que una ilusión; simplemente hemos cambiado de dueño.


Las reglas de esta sociedad han sido creadas por hombres y aunque actualmente exista una creciente rebelión en contra del poder machista, aún tenemos un largo camino por recorrer. 

Es necesario reconocer que el gran juicio que recae sobre todos nosotros hoy, ha sido alimentado por mujeres también; desafortunadamente las mujeres y las minorías seguimos teniendo todas las de perder.

La publicidad y las redes sociales nos alejan de la realidad convirtiéndola inclusive en nuestra enemiga; nos muestran imágenes, vidas y cuerpos inalcanzables y en nuestra ingenua búsqueda de esto, terminamos perdiéndonos a nosotros mismos y con nosotros se va la insolencia. Perseguimos un espejismo y esto no puede más que condenarnos a la eterna frustración y a la infelicidad que esta conlleva.


Somos manipulados y reprimidos a través de vacías promesas de felicidad.


La obsesión con cierto tipo de cuerpo, la obsesión con la juventud, la obsesión con la extrema delgadez, con las narices respingadas y las pieles perfectas no tiene nada que ver con la fijación hacia la belleza de la mujer, sino todo que ver con la fijación hacia el control sobre ella.

Es reducir a la mujer a un objeto y así quitarle la voz.


Seamos insolentes y dejemos de nutrir a quien no nos nutre a nosotros.



Nuestros cuerpos, nuestros deseos, nuestras opiniones, nuestra naturaleza, nuestro carácter, nuestras necesidades, nuestras diferencias… parecieran ser en sí la mera definición de insolencia.


Insolente es la mujer que teniendo una panza lejos de plana se atreve a enseñarla; insolente es la mujer que no se rasura las piernas y no teme mostrarlas. 

Insolente es el hombre que llora en público; insolente es el hombre que usa maquillaje y no se disculpa por ello.


Insolente solía ser la mujer que osaba contradecir a su marido e insolente la que quería estudiar.
Insolente solía ser el hombre que se enamoraba de otro hombre e insolente el quererlo expresar.

La víctima se mantiene, el pecado cambia.



La palabra insolencia no tiene porque tener una connotación negativa; ser insolente no es sinónimo de ser irrespetuoso, y de así ser interpretado, tendríamos que reconsiderar de dónde viene ese concepto de respeto y a quién favorece.


Seamos insolentes y dejemos de nutrir a quien no nos nutre a nosotros.


La insolencia es un atrevimiento, un descaro y una rebelión a los ojos de muchos hombres y de muchas mujeres con una enraizada y obsoleta mentalidad cerrada que de algún modo se benefician con la falta de esta. 


La insolencia es ir en contra de las ya pre establecidas normas de la sociedad, normas que aunque no siempre escritas, definitivamente son siempre palpables.

La insolencia es ser diferente, y el día de hoy el simple hecho de ser uno mismo es ya ser diferente. 

La insolencia incomoda a la gente que no se pregunta qué es la insolencia. A la gente que flota por este mundo ciegamente siguiendo códigos que jamás se ha cuestionado.
 

La insolencia asusta. La insolencia habla del cambio y el cambio da miedo, particularmente a las personas a las que el status quo les funciona de maravilla. 



Es momento de actualizar la definición de insolencia y hacer de esa nueva insolencia nuestro estilo de vida…


Seamos insolentes y dejemos de nutrir a quien no nos nutre a nosotros.



Ser honesto es más insolente que no serlo.


¿Por qué nos incomoda la verdad y nos acomoda la mentira? 

¿Por qué hablar de la sangre de la menstruación es insolente cuando hablar de la sangre del muerto es normal? 

¿Por qué dos hombres besándose son insolentes mientras que dos hombres peleando son sólo hombres?


¿Por qué nos remitimos siempre a las mismas imágenes y a las mismas palabras? Siempre cómodas y siempre superficiales. 

La palabra tristeza incomoda, mientras que la palabra estrés funciona. La palabra estrés representa un sentimiento secundario que nace de un sentimiento más profundo, del cual por supuesto no es cómodo hablar. 

¿Por qué nos incomoda tanto lo profundo? 

Creo que lo profundo nos incomoda porque nos lleva a más, nos lleva a pensar, a sentir, a analizar… y esto definitivamente no es cómodo. Más cómodo es conformarse con las cosas como son.


No conformarse y cuestionar. 


Cuestionar es insolente.

Los cuestionamientos hacen temblar a tantos. Hacen temblar a la industria de la moda, a la industria alimenticia, a la iglesia, al estado. Hacen temblar a muchos hombres y hacen temblar a muchas mujeres.

Los cuestionamientos y las conclusiones provenientes de estos llevarían a una gran mayoría a exigir cambios y por supuesto
eso es algo que no a todos beneficia.


Seamos insolentes y dejemos de nutrir a quien no nos nutre a nosotros.




Nacimos insolentes e insolentemente moriremos.



Seamos insolentes y no nos disculpemos por ello.






Alejandra Arias
30 Julio 2019








8M 


 

Hoy me desarmo para volverme a armar, hoy me deconstruyo para así, elegir cuáles y en dónde van las piezas de las cuales quiero estar formada.

No jugaré más con las piezas que se me asignaron al nacer; piezas que  dócilmente he ido aceptando de la sociedad a través de mi vida, porque sin saberlo
y sin darme cuenta, se me dijo que eran las que me tocaban. 


Hoy abro los ojos y decido decidir.

Dejar de sentir, pensar y actuar por inercia. 

Cuestionarme la verdadera raíz de mis ideas y de mis creencias y con esa información más despojada de filtros culturales, sociales y políticos, decidir.
Decidir para después cuestionar esa decisión una vez más.

Entiendo que inicialmente mis decisiones estarán basadas en años de educación sesgada y en un sistema de creencias impuesto, que hoy sé que no es mío, aunque a veces la familiaridad así lo haga sentir.

Hoy decido no dejarme engañar por esa ilusión de elección y cuestionar la elección elegida para así llegar al fondo de mí. 
 

Hoy elijo la incomodidad de la incertidumbre y la libertad antes que la cómoda incomodidad de la costumbre.

No me impondré gustos ni ideas, ni dejaré de hacer o haré cosas sólo por el hecho de pensar si son o no feministas, regirse por contraposición es sólo otra forma de control. Sin embargo, cuestionaré cada una de ellas hasta llegar a su fondo y actuaré de acuerdo a mis descubrimientos.

Hoy decido buscarme a mí.
 

Hoy entiendo que el verdadero poder está en cuestionar todo, y que la mayoría de las cosas que hemos aprendido y hemos atribuido a la naturaleza, son en realidad, ideas y estructuras creadas por una sociedad que en ningún momento tuvo como prioridad el bienestar de las mujeres.

La pena y los estigmas, los estereotipos y los ideales, son y siempre han sido silenciosos y no tan silenciosos mecanismos de control ante el atisbo del enorme potencial femenino.
Mecanismos que se han vuelto cada vez más violentos ante el inminente despertar de la mujer.
Mecanismos que están entrando en crisis ante el cese del silencio, aspecto clave para su correcto funcionamiento.


Hoy decido dejar las acciones y las palabras que contribuyan a seguir perpetuando un sistema tan nocivo y tomo la responsabilidad de buscar desde dónde
y por qué hago y dejo de hacer lo que hago, entendiendo que tendré, lo que hoy siento como sacrificios personales, que a la larga me demostrarán un bien mayor, un bien colectivo.

Hoy decido rascar y rascar, cavar y cavar, aunque duela y aunque canse.


Por mí, por ti y por todas nosotras.


Hoy decido.



Alejandra Arias

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